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Los "cazabobos" de la Presidente

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Presidente Cristina Fernández de Kirchner

La presidente Fernández sabe bien de qué habla cuando habla de “noticias cazabobos”. En efecto, así resumió todo el revuelo que se originó a raíz de que el ministro de Justicia, Julio Alak, haya festejado Año Nuevo “con un asado” en el edificio en que funcionara la mentada Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Mientras que airadas voces se erigieron desde distintos sectores exigiendo explicaciones e incluso la renuncia del ministro en cuestión, muy suelta de cuerpo la Jefa de Estado salió a “bancarlo” desde su cuenta en Twitter.

“Es la vida que por fin alcanza un lugar donde reinaron la muerte, el dolor, la tragedia y también las miserias humanas”, subscribió (ciertamente redundante) en la red social – la segunda más usada en el mundo después de Facebook –, para rematar seguidamente: “En la ex ESMA se han hecho y se seguirán haciendo asados…”. Un millón y medio de seguidores tiene la presidente en su cuenta en Twitter, mientras que esta última publicación consta de casi 800 retweets (personas que han compartido en sus mismas cuentas el mencionado comentario).

Nadie peca de histeria o exageración al momento de indignarse porque en el simbólico edificio se haya realizado semejante evento (equivalente a bailar murga en medio de un velatorio), pero sí predomina mucha ingenuidad en buena parte de quienes aún creen que la ex ESMA representa lo que el kirchnerismo quiere que represente más allá de lo que por sí misma significa. Para sorpresa de muchos el detalle es más escabroso aún que la misma versión oficialista.

Mientras que la lente sádica y perniciosa del kirchnerismo concibe a la ESMA como a un símbolo de la represión ilegal ocurrida durante la última Dictadura Militar argentina (incurriendo así en una capciosa generalización que omite más detalles de los que cuenta), lo cierto es que a cargo de la institución estuvo nada menos que el entonces Almirante Eduardo Massera (en representación de la Armada argentina durante el período en cuestión), figura sobre quien debiera recaer principalmente la responsabilidad de los crímenes denunciados.

En su libro “Montoneros, soldados de Massera”, el doctor Carlos A. Manfroni redunda con lujo de detalles al respecto del tan enfermizo como despiadado accionar del jefe de la Armada, con la sobresaliente curiosidad – tal cual lo enuncia el título – de que desde un principio estuvo sistemáticamente asociado con la cúpula de la facción terrorista que pugnaba por la toma del poder desde antes del Golpe Militar. En una entrevista que me concediera Manfroni, me aseguró que Massera “aspiraba a ser el próximo Perón”, y que por ello jugaba a dos puntas. “Massera quería tomar el poder y asesinar a todo el equipo económico del General Videla”, cosa que era del singular interés de Montoneros.

“Los mismos montoneros que en los setenta oficiaron conjuntamente con la ESMA, luego declararon contra ella… Otros, son recordados como víctimas, figuran en el Muro de la Memoria y sus familias han recibido indemnizaciones”. De esta suerte que la generalización que impone el kirchnerismo lejos de apercibir los crímenes allí ocurridos en favor de la "sagrada" causa de los Derechos Humanos, más bien amplía el manto de impunidad en torno a la ESMA. No es noticia la declamada simpatía del gobierno para con facciones filo-montoneras, como asimismo que infinidad de sus actuales integrantes formaron filas en un pasado dentro de organizaciones terroristas que secuestraron, torturaron y asesinaron personas en igual magnitud a los crímenes que hoy denuncian.

En rigor, la presidente Fernández, como ex activista montonera de poca monta, sabe bien de qué habla cuando dice “noticias cazabobos”, y precisamente porque ella es una “maestra” en el arte de mentir hasta que parezca verdad con noticias por el estilo. Mientras que muchos cuestionadores del gobierno se aprestan, sin embargo, a reconocer “lo hecho por este gobierno en materia de Derechos Humanos”, en realidad no hacen más que tragarse una larga tracalada de “noticias cazabobos” sistemáticamente diseñadas por el kirchnerismo con el fin de santificar e indultar una parte (los terroristas) y demonizar y condenar a la otra (los militares).

Válido es, de todas maneras, que la ciudadanía se indigne de que en un lugar que merece ser recordado y frecuentado con el máximo respeto (allí se asesinó gente, nada menos), el ministro de Justicia haya “festejado con un asado” la llegada del nuevo año. Más indignante es aún que la presidente, enajenada ya en su borrachera autoritaria, lejos de sancionar a Alak reivindique la barrabasada del mismo y que incluso amenace con que en el lugar donde cientos de almas se apagaron seguirán festejándose boludeces.

Sin embargo, no seamos injustos en un aspecto: una persona, como la presidente y todo su séquito de imbéciles aplaudidores, que avala y reivindica el terrorismo de las organizaciones guerrilleras de los años 70, no está en condiciones morales de entender – bajo ningún punto de vista – la indignación que es capaz de provocar el hecho de que se haga una fiesta donde muchos de ellos mismos participaron directa o indirectamente en calidad de verdugos. De ahí la "inexplicable" reacción favorable de Cristina para el ministro Alak. Para ellos, el horror y la alegría son un mismo bálsamo. Para ellos, el cinismo es norte, meca, fuente de inspiración.

Fuente: Entrevista a Manfroni, autor de "Montoneros, soldados de Massera".

Rafael Correa, ¿el próximo líder continental?

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El CUENTERO DE CARONDELETNicolás Márquez principia con desamor: “Rafael Correa es muy superior a cualquiera de sus pares latinoamericanos del socialismo del siglo XXI, motivo por el cual ya tendría allanado el camino a convertirse en el próximo “líder continental”, si consideramos los respectivos ocasos de Castro en Cuba y Chávez en Venezuela. Por propia inteligencia, por su preparación académica y hasta por ostentar un discurso mejor, el hombre de Carondelet (sede de gobierno quiteña) corre con bastante viento a favor la carrera estatista y autoritaria de gran parte de los gobiernos actuales.

Márquez, autor y periodista marplatense (Argentina), completa su “trilogía de antihéroes” americanos con su última biografía sobre Rafael Correa: “EL CUENTERO DE CARONDELET”. Como nos tiene acostumbrados, el también director de “La Prensa Polular”, nos ofrece un detalle alternativo sobre el presidente ecuatoriano. “El libro conserva el rigor combativo de siempre, pero esta vez yo realizo más bien el papel de entrevistador que de ‘opinador’. La publicación destaca por consignar mayormente fuentes propias, las que se encargan de tornar inofensivo cuanto pueda yo decir”.

¿No son una suerte las singulares características que mencionás en Correa en contraste con sus pares latinoamericanos?, le pregunto, ciertamente sorprendido por las “elogiosas” ponderaciones que tiene, en un principio, para con el ecuatoriano. Pero es entonces que Márquez saca a relucir aquel pragmatismo a prueba de balas que hizo de su nombre una marca registrada: “Correa es un líder negativo, como Hitler, como Stalin, como Castro. La inteligencia es una herramienta que la podés utilizar para curar el cáncer o para hacer la bomba atómica”. Según Márquez, Correa está alineado dentro del “socialismo del siglo XXI”, al que eventualmente define como a “un club de dictadores que se premian entre sí”. Se trata de “un sistema político colectivista con un sesgo muy autoritario, con proliferación de propagandas y gran culto a la personalidad”. Acaso la misma entelequia enfermiza que en los setenta pretendió imponerse a través de las armas, ahora de hecho lo está consiguiendo pero gracias al sufragio, al clientelismo, el asedio a los periodistas, etc. “Ecuador es un país donde el 25 % del electorado depende del Estado”, señala Márquez por un lado, mientras que por otro fustiga con que “la prensa libre es perseguida peor que en Argentina”.

“Ojalá mi libro sirva para que los ecuatorianos sepan que si les ha ido relativamente bien es muy a pesar de Correa. Si el precio del petróleo llegara a caer, Correa no dura dos días. “EL CUENTERO DE CARONDELET” nos ofrece un vistazo profundo y sagaz no sólo sobre la vida de Rafael Correa sino también sobre la problemática social en la que se halla inmerso el Ecuador, por caso reflejo de otras naciones que van camino a convertirse en sendas dictaduras autoritarias. Una lectura infaltable para todo el que desee conocer los entremeces de una vida, la de Correa, signada por el resentimiento y el autoritarismo; una entrevista – la que sigue – necesaria al momento de estar al tanto de la complicada actualidad latinoamericana.

 

Ideales vs. ideologías

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idealesLa gente es blanda, y se confunde. Quizás, la riqueza de nuestro idioma haga que todo aparezca entremezclado…
¡Ay…! ¡Ayyy…!
Muchachos… ¡había que tener ideales…! ¡No ideologías!
Los ideales son nuestros. Las ideologías, ¡son de otros!
Los ideales nos alimentan. Las ideologías, las alimentamos.
Los ideales son para siempre. Las ideologías son siempre del pasado.
Los ideales son elevados; no son para cualquiera. Las ideologías son “rastreras”; cualquier rata hace sombra en ellas.
Los ideales liberan al hombre; las ideologías recluyen al mundo.
Los ideales nunca se vencen. Las ideologías, todas… están podridas.
¡Los ideales definen un rumbo, plantean una meta, constituyen el sueño inefable de un hombre de bien!
Las ideologías van de un lado a otro, carecen (por tanto) de norte alguno… y son el tibio consuelo de aquellos que ya no tienen sueños.
Entonces, amigos… ¿qué es lo prefieren? ¿Prefieren TENER ideales o PERTENECER a ideologías?
Nada reduce tanto a una persona como asumirse portador de una ideología (¡sea cual fuere!). Y nada eleva tanto a un hombre… como seguir marchando, inconmovible… según dicten susPROPIOS IDEALES.
Amén.

El monopolio del que más debemos cuidarnos

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Presidente Cristina Fernández de Kirchner

La peligrosa cesión de la sociedad al poder estatal

Escribe: Pablo Rodríguez(@pablorod1970)


Tanto el gobierno como la gente por lo general toman posición contra las empresas monopólicas. El ataque “verbal” contra las mismas desde el ámbito político es habitual y los fundamentos son válidos, pero es increíble que estos mismos funcionarios no hagan mención al más importante y peligroso de todos.
Actualmente el Estado maneja un sinfín de empresas que van desde señales de televisión, radios, correo, servicio de televisión digital, fábrica de aviones militares, etc. En éstas y muchas otras actividades el Estado compite con empresas privadas, que a pesar de ser deficitarias – en el primer caso – al menos deja la opción de libre elección – en el segundo – ya que podemos cambiar de canal o enviamos nuestras cartas a través de otra empresa.
Si bien es importante destacar esto anterior, también es muy difícil y lógico que un funcionario se ocupe y cuide de la empresa como si fuese suya.
Más allá de esto, a lo que me quiero referir es los monopolios estatales. Estos son los que no dejan alternativas al consumidor/usuario más que una sola. Y sin mencionar un dato no menor que es la facilidad de hacer negocios personales –  en otras palabras corrupción – a costa de la empresa y los usuarios. ¿Se imaginan a un empresario contratando servicios más caros a los que tiene acceso? ¿Cuál sería el objetivo de semejante estupidez? Esto sólo se da cuando el dinero no sale del bolsillo propio.
¿Cómo podemos pensar que el Estado vaya a hacer eficientemente una tarea para la que no está capacitado? Los resultados están a la vista con ejemplos como Aerolíneas Argentinas. Hace unos días a la línea de bandera se le condonaron deudas entre otras impositivas, además de que las pérdidas diarias son millonarias. Es claro que esto no es gratis, lo pagamos todos. Obviamente que los privados no tienen este privilegio, por lo que también es un caso de competencia desleal.
¿Se imaginan una empresa privada quedando exenta de deudas tributarias? ¿No sería eso un ataque contra la libre competencia? Las reglas de juego no son iguales para todos, eso está claro.
Además, el poder de policía del Estado hace mantener a la competencia a raya. En este mismo caso de Aerolíneas, el Estado restringe rutas aéreas a empresas eficientes para darle lugar a que a éstas las absorba el monopolio estatal, para que luego nos demos cuenta que el servicio es absolutamente ineficiente y caro, vemos aviones rentados a cientos de miles de dólares parados en hangares por falta de entrenamiento de los pilotos como por otros casos de inoperancia empresarial.
Nada nos garantiza que el Estado sea el “protector” de los ciudadanos, es más, cuando no estamos de acuerdo con el costo o servicio, no nos queda otra que, por falta de otras alternativas, seguir utilizándolos.
Pensar que un grupo de personas que llega al poder, sobre todo en nuestro país, no haga asociaciones ilícitas para beneficio propio es inocente e infantil. Lo vemos a todos los niveles.
Quienes tenemos más de 35 años recordamos lo engorroso que resultó tener un teléfono fijo en la época de ENTEL. En las publicaciones de los diarios de las casas que se ofrecían a la venta, se aclaraba si la propiedad tenía teléfono como si esto fuese un privilegio, y esto no ha mejorado por los avances tecnológicos sino por la deficiencia del servicio que ésta tenía. El mercado, aunque en forma imperfecta, mejoró los servicios notablemente y en poco tiempo. Aclaro que esto pasó a pesar de haber sido, como tantas otras privatizaciones mal manejadas, pésimamente negociadas y “vueltos” que quedaron no se sabe en qué bolsillo.
YPF antes de su privatización en la década del noventa era la única empresa petrolera del mundo que perdía dinero.
Respecto a la Ley de Medios, hoy estamos con la gran incógnita de qué pasará luego del 7D. ¿Qué sucedería si los medios quedaran casi en su totalidad en manos del Estado o empresas afines a éste? Hoy vemos que el estado maneja gran parte de los medios de comunicación. Clarín, diario que no leo, es una de las pocas empresas de medios que hoy tiene una posición encontrada con el gobierno. ¿Qué puede ser más sano que esto para pensar, discernir y tomar libremente posturas a favor o en contra del gobierno?
Los monopolios privados si bien son peligrosos, el estatal lo es mucho más por las razones arriba expuestas. Éste también sirve para el apriete de empleados, está casi inmune a juicios y permite el clientelismo tomando más gente – aunque menos capacitada – por favores políticos (de todas formas, ¿qué problema tendría el contratante si no es él el que paga esos sueldos?).
En mis artículos escribo generalmente acerca de la libertad, y este caso no es la excepción. Si no somos libres de elegir, lisa y llanamente no somos libres.
“No importa el largo de la correa del perro para que éste se sienta libre”, lo que importa es que no exista correa directamente.
Por último, si está tan a la vista que los servicios básicos del Estado – justicia, educación, salud – no se prestan con eficiencia, no podemos pensar que lo hagan con empresas en las que no debería intervenir el Estado. La clase media hoy intenta por todos los medios tener cobertura médica privada y mandar a sus hijos a colegios privados. Por algún motivo importante esto debe estar ocurriendo, ¿por qué entonces se pagarían gastos extras teniéndolos a costa del Estado?
No quiero monopolios privados bajo ningún aspecto, pero mucho menos estatales.

Camila Vallejo, ¿comunista?

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Todo el mundo se ríe (con justa razón) de que la dirigente chilena Camila Vallejo invite por Twitter a pagar una cena del Partido Comunista chileno a través de un método tan "capitalista" como lo es Ticketek (de capitales norteamericanos).

Pero... ¿de qué nos sorprendemos?

¡Vamos, gente...! ¡No es para tanto... lo del Ticketek!

Desde el preciso momento en que Camila Vallejo enciende una "computadora" y accede a un "sistema operativo" (que muy probablemente sea "Windows") para enviar un "mail" o para "postear" algo en una "red social" como "Twitter"...

En fin, desde que Camila Vallejo se despierta hasta que se va a dormir lleva un estilo de vida tan anti-comunista y tan capitalista-dependiente que por más que luego chille... con educación y algo de ternura, no podemos menos que decirle:

<<¡Camila, baby... welcome to the capitalist life!>>.

Y como Camila... ¡cuántos que hay! Jajaja...

Macri, el sueño inalcanzable de Binner

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Por enésima vez el líder del Frente Amplio Progresista, Hermes Binner, ha “sentenciando” que nunca podría formar un frente electoral junto con el jefe de gobierno porteño Mauricio Macri. Esta vez fue más elegante, en tanto que aplicó la siguiente metáfora: “Sería como mezclar el agua con el aceite”. De esta forma, el ex gobernador de la provincia de Santa Fe invalidaría (otra vez) una eventual posibilidad de aunar fuerzas con otro partido de cara a enfrentar al kirchnerismo en 2015… Pero, una pregunta… ¿y quién dijo que en la vereda del macrismo “se están matando” por conseguir una alianza con Binner?

A juzgar por la cantidad de veces que el rafaelino desestimó un entendimiento con el PRO, pareciera que a diario recibe súplicas al respecto tanto de “la derecha” como ya del mismísimo Macri. Sin embargo, no sólo que no es así, sino que prácticamente nunca el bostero lo menciona en sus discursos y conferencias ni aunque sea para responderle sus periódicos “desplantes”. Va de suyo que en las altas esferas de la política debe haber una explicación a la ausencia del vocablo “Binner” en el breviario macrista como asimismo la tendrá el hecho de que el socialista nunca se olvide de piropear a Macri cada vez que tiene ocasión.

Y el hecho es que mencionar a Binner no suma otra cosa más que tedio e indolencia, mientras que la insistente recurrencia al PRO pretende específicamente revitalizar el desgarbado frente socialista. ¿Qué conseguiría Macri mencionando a Binner más que desviar la atención del PRO del objetivo presidencialista de 2015? En rigor, para el jefe porteño la figura de Binner no se sugiere ni como una sombra en los tobillos, toda vez que tiene bien en claro que hoy por hoy no hay otro contendiente en materia política que el mismo oficialismo. ¿A qué gastar pólvora en chimangos?

Enfrente, no obstante, Hermes Binner – reconocido adulador del kirchnerismo –, sólo direcciona la mira hacia un mismo blanco ineludible, es decir, Macri. Es que si algo tienen en claro los socialistas como la izquierda en general es que para existir políticamente es imprescindible imponer la figuración de un enemigo imponderable, ruin, despreciable. Tanto la falta de ideas como el desprecio hacia normas democráticas y de tolerancia (ha dicho Binner: “Yo con Macri no hablo porque es de derecha”), suelen generar un vacío dentro de la izquierda que es preciso rellenar con repostería barata. Así que el resentimiento y la descalificación sean los móviles de un proyecto sin norte ni futuro, ya que por más que Binner patalee nunca llegará a ser el River de Mauricio Macri.

“Sería como mezclar el agua con el aceite”, dijo el ex intendente rosarino, abrazando la mezquina ilusión de sugerirse como “la otra alternativa” al macrismo y de captar para sí la simpatía de quienes no transijan con el PRO. Vaga ambición, toda vez que la mayor parte del electorado no a fin con el macrismo justamente se encuadra dentro del kirchnerismo. Por más “populares” y “redistributistas” que sean los kirchneristas no habrán de bajarse del rocín de Don Quijote para subirse luego al asno de Sancho Panza.

Debieran los asesores de Hermes Binner recordarle que si bien puede que una alianza con Macri resulte ambigua en el sentido de que representan posiciones políticas antagónicas, el líder socialista no ha podido aliarse ni con figuras afines, tal como lo dejara claro el estrepitoso fracaso de una fórmula en común con el radical Ricardo Alfonsín y el eterno (y vergonzoso) tire y afloje con el referente del Proyecto Sur, Fernando “Pino” Solanas. En fin, mientras que el PRO se posiciona cada día más como alternativa en 2015, el Frente Amplio Progresista se diluye dramáticamente como una aspirina en el agua. Tanto así que sólo atina a tirar un manotazo de ahogado y agarrarse de lo único que le queda para existir: Mauricio Macri, el sueño inalcanzable de Binner.


A este respecto también escribí: "Binner, pequeño stalincito" y "La excusa perfecta de Binner" 

Discriminación en la UNICEN: la respuesta de Agustín Laje Arrigoni

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Ya estaba prácticamente todo arreglado para que Agustín Laje Arrigoni hiciera la presentación de su libro, “Los mitos setentistas”, en la ciudad bonaerense de Tandil, cuando Nicolás Turdo, alumno de la Universidad Nacional del Centro (UNICEN) y eventual patrocinador del autor cordobés, cometió la “falta imperdonable” de comentar sobre qué se trataba la obra en cuestión. Ahí nomás se vino la noche.

Nicolás, estudiante de Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencias Humanas – dependiente de la UNICEN – no había tenido ningún inconveniente al solicitar se le conceda “por dos horas” el Aula Magna; incluso ya casi estaban por asignarle una fecha al evento… cuando se oyó la voz de una secretaria: “¿De qué trata el libro?”. Nicolás Turdo argumentó, entonces, en torno al libro de Laje, sin imaginar el síncope que estaba por ocasionar.

Luego de varias idas y venidas, María Nazábal – representante de la Multisectorial por la Memoria, Verdad y Justicia – se sinceró con Nicolás: definitivamente no iba a contar con el Aula Magna para que Agustín Laje presentara su libro, ya que el mismo no se adecua “con la ideología que mantiene la universidad”, además que el autor tiene “una visión burda de la realidad”. Nazábal insistió: “el libro es un insulto para los 30 mil desaparecidos, y viola los derechos humanos de la Argentina y todos los tratados internacionales que firmó”.

tandildiario.com, inmediatamente recogió la reacción de Nicolás en su blog , y gracias a ello que hoy estemos anoticiados de un hecho susceptible de ser interpretado como de discriminación e intolerancia, en plena democracia y nada más y nada menos que en un establecimiento universitario como lo es el UNICEN. Consultado por este medio, Nicolás Turdo resumió sus sensaciones: “me siento defraudado por la universidad; lo único que quería era el lugar para hacer la presentación. Como alumno y contribuyente que paga los impuestos, quería que me presten la sala un par de horas.  Si bien la universidad puede tener sus ideas y yo las respeto, ellos no respetaron las mías. Es más, lo que hizo la universidad es censura previa, porque ni siquiera han leído el libro”.

DAVIDREY.com.ar no tardó, por otro lado, en contactarse con el mismísimo autor mediterráneo, Agustín Laje Arrigoni.

D.R.: Qué sentimientos te ocasiona la negativa de la UNICEN al respecto de que presentes tu libro ahí.

A.L.A.: Me genera mucha preocupación porque lo ocurrido en la UNICEN no es más que un reflejo de la generalización de la intolerancia política en nuestro país. Es una pequeña muestra de lo que está ocurriendo en una sociedad cada día más dividida y conflictiva en torno a lo político.

Es claro que hay un discurso que pretende ser hegemónico, único, incuestionable. Adquiere, incluso, carácter dogmático. Y eso es muy peligroso, porque anula el diálogo, el debate, la pluralidad de perspectivas y enfoques sobre lo que aconteció y acontece.

Mientras a mí se me prohíbe la presentación de un libro rigurosamente documentado que rescata cientos de fuentes para probar mis hipótesis, a los muchachos de La Cámpora se los anima a adoctrinar en colegios a niños con panfletos y juegos del “eternestor”. Creo que esto habla por sí mismo.

D.R.: Qué es lo que tenés para decirle a la gente te ha caratulado de tener una idea "burda" de los años setenta.

A.L.A.: En 250 páginas mi libro recoge más de 700 citas de documentos históricos que procuran dar rigurosidad a mi trabajo. Yo no viví los años `70 y por ello intenté que mi reconstrucción y comprensión fueran ajustadas a lo que en ese entonces se decía, escribía, percibía y entendía.

Calificar mi posición de “burda”, sin explicitar las razones y fundamentos de tal valoración, es una muestra de infinita intolerancia que lo único que persigue es desacreditar de antemano al interlocutor. Es una manera efectiva de anular el diálogo y el intercambio de opiniones (tan necesarios en democracia) desde el inicio mismo.

DAVIDREY.com.ar también se encuentra en tratativas de obtener un diálogo con las autoridades del UNICEN, a la espera por supuesto de que puedan explicar la negativa a conceder el Aula Magna para la presentación del libro.

INTOLERANCIA ACADÉMICA: MONEDA CORRIENTE

Difícilmente, empero, haya un argumento que pueda excusar del todo a las autoridades de la UNICEN. Vale aclarar que desde este medio no subscribimos a ninguna de las ponderaciones de María Nazábal sobre Agustín Laje y su obra “Los mitos setentistas”, y no por cuestiones ideológicas o de simpatía alguna, sino por la sencilla razón de que todas las palabras de la representante de la Multisectorial por la Memoria, la Verdad y la Justicia (¡qué tranquilidad!) remiten a una visión rencorosa, partidista y distorsionada tanto de nuestra actualidad como de nuestra historia reciente. Por caso, el Facebook de Nazábal ostenta una inmensa fotografía donde se ven incontables banderas de La Cámpora; va de suyo que sus opiniones – al respecto – están viciadas de politiquería barata.

Pero más allá de que las autoridades puedan o no explicarse en torno a lo sucedido, el hecho en sí “viene bien” porque ilustra inmejorablemente lo que ocurre a diario en el ámbito académico en general, ya no tanto por la ideologización sistemática en la que autoridades y docentes incurren como rancios sacerdotes, sino por las diversas eventualidades de intolerancia y consiguiente discriminación que quedan de este modo propiciadas. La discriminación, por caso, no es solamente el hecho de plasmar una acción determinada hacia una persona por pensar distinto o lo que fuere (como en el caso de Nicolás Turdo y Agustín Laje); también podemos advertirla transigiendo de forma “pasiva” a través de ese reconocible tufillo de desprecio y constante descrédito hacia quien sienta la diferencia. No hace falta ser antisemita o fundamentalista para ser intolerante y discriminador; ya lo somos desde el preciso momento en que nos negamos a entender y establecer diálogo amigable con el semejante; ya lo somos cuando hallamos en la misma diferencia nuestra incapacidad para competir como seres civilizados.

Por su parte, la ideología – es decir, el hilo conductor de cuanta miseria humana exista – llega para narcotizar la moral de sus adeptos como asimismo para neutralizar la voluntad de personas que podrían reaccionar ante una injusticia que ocurre frente de sus narices. Decir que la obra de Agustín Laje es “burda”, como lo señalara María Nazábal, es reflejo del grado importante de negación e ignorancia al respecto; primeramente, porque no leyó el libro que cuestiona; en segundo lugar, porque aunque lo leyera – he aquí el efecto narcótico – tampoco tendría la honestidad de contemplar ciertas concesiones en materia de época del setenta (de eso tratan “Los mitos setentistas”). Es que a Nazábal, como a muchos, poco le importa que datos estadísticos como investigaciones fehacientes anulen o relativicen las consignas que levantan el altar de su ideología, más bien se siente en el “sagrado deber” de atacar a quien sostenga el más mínimo cuestionamiento, de ahí que lo haya anatemizado a Laje de “insultar la memoria de los 30 mil desaparecidos” y de “violar los derechos humanos nacionales e internacionales” (una hilarante barbaridad).

Tal es el grado de narcotismo que sencillamente los atonta, que incluso son incapaces de ver que llevan las de perder catastróficamente en caso de que Laje o Turdo iniciaren acciones penales al respecto. Pero tanto Agustín como Nicolás acaso han de permanecer incólumes ante esta triste eventualidad; son jóvenes, sanos y ponderablemente educados, por lo que este revés no hace más que aleccionarlos y fortalecerlos.

Debieran las autoridades del UNICEN tener la poca de cordura de manifestar unas sentidas disculpas a las familias de cada uno de los alumnos que han lastimado; gracias a que esas familias aún confían en nuestra educación están ahí, dando clases en calidad de trabajadores. Así como (enajenada hasta lo penoso) Nazábal acusara a Laje de insultar “la memoria…”, el UNICEN acaba de insultar – de verdad, empero – y de estafar a miles de familias argentinas que envían a sus hijos a las universidades para que allí reciban formación académica y no cotorrerío político. Tengan el gesto al menos con las familias de los damnificados en esta ocasión.

¿De qué trata el libro "Los mitos setentistas"? (Clic Aquí)

La mentira de los 30 mil desaparecidos (artículo relacionado)

La diferencia entre imitar y emular

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Nuestros políticos tienen la obligación de saber bien no sólo lo que hacen "los países desarrollados" sino también las razones interiores e históricas que los llevaron a hacer lo que hacen. No es cuestión de copiar al voleo.



Otra de las “geniales” frases que suelen emplear políticos y politólogos al momento de encuadrarse, desesperados, dentro de lo políticamente correcto: “Imitemos lo que hacen países más desarrollados que el nuestro”. De ahí que algunas posturas se auto procuren un vago aire de inobjetabilidad, como ser aquellas complacientes con la despenalización del aborto y la droga, con el proteccionismo económico (siempre anacrónicas estas posturas), con el “estado mínimo” (siempre infantiles), con la estatización y, obviamente, con la privatización. Siempre se hace lo que – se dice – otros países han hecho para que les vaya bien.

Ahora último, un nuevo paradigma inobjetable: la votación a partir de los 16 años, y todo el mundo, entonces, blandiendo una larga perorata de geografía política con ejemplos de lo más descabellados: que el Brasil ya permite votar antes de los 18 – aunque la edad de responsabilidad penal es a los 12; que en Cuba (una de las más totalitarias dictaduras del mundo) los jóvenes votan a partir de los 16 – siempre y cuando pertenezcan al partido comunista (¡qué democráticos!).

Parece ser que todo se fundamenta porque ya otros lo hacen, y por tal motivo lo mismo es digno de imitación. Lo que sorprende es que tanto políticos como politólogos “recién se enteran” de lo que otros países vienen haciendo sino desde siempre al menos desde bastante tiempo atrás, lo cual ciertamente desbarata el “descubrimiento” de un remedio para nuestros malestares actuales. La descontextualización imperante de todos los discursos evidencia la pobreza y el espíritu de improvisación de nuestros ideólogos salvadores: “En Holanda la droga se vende en almacenes”, suele escucharse, pero ignoran que Holanda es un país cuya organización y logística, por ejemplo, permite en menos de una hora rodear con naves de combate un avión de línea que se presume víctima de terroristas, mientras que en Argentina el gobierno se ha ensañado tanto con nuestras FF.AA. que las ha tornado operativamente irrelevantes. Allá te pasás de la raya y vas preso y no hay santo a quien rezarlo; acá te pasás de la raya y sos congresista, ministro o presidente.

IMITAR

Imitar – más allá de repetir – plantea un distanciamiento importante con el objeto de referencia (Cuba, Brasil, Holanda); es observar lo que sucede en otro lado a través de un larga vistas. Imitar también es reflejo de desconocimiento y desinterés al respecto del objeto contrastado con la referencia. El que imita no sólo desconoce lo que hace – a – la persona imitada sino que tampoco sabe o atiende la problemática de la persona imitadora (él mismo, por caso).

Imitar es copiar, lisa y llanamente. Es robar una idea, un modo, un estilo. Como todo objeto robado, la imitación naturalmente pierde valor en el “mercado” de las ideas y soluciones; no apareja nada novedoso. Imitar es improvisar, dar muestras de escasa iniciativa y nula predisposición. El que imita generalmente utiliza el móvil de la envidia y la jactancia; no le importa resolver sus problemas sino disimular el propio vacío y “zafar” por un tiempo. Nuestros doctos políticos siempre hablan de imitar.

EMULAR

En otro sentido, existe una palabrita que si bien suele postularse como sinónimo de imitar, más bien debería entenderse como antónimo de lo mismo. Ya verán por qué. Se trata del vocablo “emular”.

Emular es establecer un acercamiento pormenorizado con la referencia; es observar lo que ocurre a través de una lupa. Lógicamente, se evidencia el esfuerzo investigativo del emulador como asimismo el vasto bagaje que lo inquieta a un conocimiento más fino y preciso. El que emula reconoce las causas intrínsecas que explican el actuar de la referencia y las contrasta con las razones, posibilidades y ambiciones que ilustran la propia problemática.

Emular es seleccionar qué nos corresponde y qué nos conviene aprender de la experiencia ajena. Es adaptar una idea, un modo o un estilo a nuestras propias circunstancias y exigencias, por lo que queda revalorizado nuestro empeño toda vez que supone una mejora de la idea original. Emular es eso mismo: mejorar, repensar, ambicionar una solución concluyente. El que emula utiliza los móviles de la admiración, la aptitud y la competencia; no le interesa tapar agujeros por un tiempo sino evitarlos para siempre.

CONCLUSIÓN

Ricardo Rojas, autor de “El Santo de la Espada” (una infantil aunque bienintencionada biografía de nuestro máximo prócer), nos habla del sentimiento de “emulación” en los pechos de aquellos jóvenes (San Martín, Alvear, Bolívar…) que se alistaban en la lucha por la independencia. Había vocación de ser el mejor, de ser el que más hiciera por su patria, más allá de las particularidades personales y coyunturales entre ellos mismos. Había competencia. La mayoría propugnaba por librarnos del dominio español; había un propósito noble. Había un “propósito”. Y quizás ésta sea la máxima diferencia entre imitar y emular: tener un propósito.

En fin, deberían nuestros políticos recurrir cada tanto al diccionario y estilizar un poco el habla, más allá de que obviamente tienen la obligación de saber bien no sólo lo que hacen los  países desarrollados” (como Cuba, Guatemala, Irán) sino también las razones interiores e históricas que los llevaron a hacer lo que hacen (Brasil, Holanda). No es cuestión de copiar al boleo. Tenemos la mala costumbre de “copiar” las bagatelas de otros países (ambientes libres de humo, casamiento entre hombres) pero ni nos acordamos de mencionar al menos las cosas que verdaderamente generarían cambios estructurales (justicia independiente – USA –, baja de la edad de inimputabilidad – RU).

Usemos el larga vistas para la caza, el teatro, la playa… pero a la hora de buscar soluciones a nuestros conflictos apuntemos con el lente de la lupa (acerquémonos al objeto de estudio) y aprendamos que todo aquello que sucede en el mundo tiene una razón de ser, y que quizás sea eso lo que debiéramos tratar de adoptar antes que imitar medidas tan superficiales como intrascendentes. Por más duro que suene, de nada sirve que nos vistamos como caballeros si por dentro seguimos siendo unos gauchos atrasados; a ningún lado nos llevará copiar a los demás si interiormente no contamos con un propósito grande y verdadero.

Fuentes: Infobae / Infobae 2  / La Nación 


México y la curiosa "autodeterminación" de los pueblos

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A esta altura del camino ya no es aceptable que un presidente de ninguna nación que se tenga por democrática permanezca impasible ante la forma con que la democracia es sencillamente avasallada en muchos países.


El recientemente electo presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, acaba de sembrar la semilla de una gestión de gobierno entre abúlica y menopáusica. En una entrevista que concediera al periodista argentino Andrés Oppenheimer, al ser consultado por el mismo sobre qué piensa de países donde la democracia está en duda, el mandatario azteca evitó cualquier forma de compromiso: “Estoy a favor de impulsar los valores democráticos, de fomentarlos, pero también de observar un cabal respeto a la libre autodeterminación que tengan los pueblos en cada nación”.

Enrique Peña Nieto, de 45 años, ha vuelto a colocar al PRI en lo más alto de la jerarquía gubernamental mexicana, y con esto se han avivado algunos fantasmas de un largo pasado en que dicho partido gobernó durante 70 años. Al PRI, entonces, se le endilga de todo, pero lejos de ser este artículo un listado de densos e inoportunos reproches, subscribiré complacientemente que con mucho menos tiempo otras partidocracias latinoamericanas han hecho peores cosas. Lamentablemente, quien se encarga – por mera torpeza, estimo – de traer a recuento los fantasmas del PRI, no son los historiadores, sino el mismo compatriota del Chavo y la Chilindrina.

Si bien el cinematográfico mandatario indicó que buscará intensificar los lazos con EE.UU. y continuar – aunque con variaciones – la lucha contra el narcoterrorismo, su noción en cuanto a política exterior ilustra al respecto de la tibieza con que están muñidas sus proyecciones. “No está ni corresponderá a mi gobierno hacer calificación o juicios de valoración sobre los procesos democráticos que se tengan en otros países”, respondió a Oppenheimer ante la pregunta de qué postura tomaría si peligrara la democracia en otros países. De más está decir que con dicha respuesta Nieto entorpece de entrada la “intensidad” de trato que pretende con el Norte como asimismo le hace un guiño a los cárteles de la droga, a la sazón muy bien relacionados con las seudodemocracias y republiquetas del sur.

A esta altura del camino ya no es aceptable que un presidente de ninguna nación que se tenga por democrática permanezca impasible ante la forma con que la democracia es sencillamente avasallada en muchos países. Si bien es muy (pero muy) cuestionable el pernicioso silencio latinoamericano al respecto de la forma con que el narcoterrorismo complicó el proceso democrático en México y asoló la vida de toda la ciudadanía – se registran 50 mil muertes por dicho flagelo –, también lo es que el presidente de México digiera como si nada los atropellos de Chávez en Venezuela, la borrachera del kirchnerismo en Argentina, el retroceso que plasmó Evo en Bolivia y, por supuesto, la dictadura militar de los Castro en la Habana.

Proclamarse a favor de “la libre autodeterminación de los pueblos” se resume en una hipocresía grande como una casa, toda vez que la democracia es el único camino posible a la libertad social, cultural y económica. En otras palabras, un país sin democracia – y que lo tenga bien en claro el presidente mexicano – es un “pueblo” sin autoderminación. Demás está decir que una Nación como México merece y exige un presidente con agallas al que no le tiemble el pulso ni la voz al momento de llamar las cosas por su nombre. Más de 112 millones de mexicanos, y muchos millones más de latinoamericanos, ante la notable crisis institucional que atraviesa América latina en general, rechazamos de plano la peligrosa tibieza que a Enrique Peña Nieto le impide pronunciarse en torno a la sojuzgada democracia de nuestros países.

Ojalá que México no sea el próximo en unirse al “club” de los países con la mentada “autodeterminación”.

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El silencioso terrorismo de Estado actual

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Cuando la legitimación del terror proviene del mismo gobierno, ¿acaso no estamos ante una clara e inobjetable situación de terrorismo de Estado?


Terrorismo es toda aquella actividad que pretende desestabilizar el orden público. Según el diccionario (María Moliner), se trata del “uso de la violencia, particularmente comisión de atentados, como instrumento político”. Es el  “dominio por el terror”. De esta suerte podemos decir que facciones políticas como Montoneros o ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), en la década del 70, hayan cometido actos de terrorismo, sistematizados – nada menos – como una herramienta para desgastar las garantías constitucionales y finalmente hacerse con la toma del poder. Más de 21 mil atentados terroristas, por parte las mencionadas organizaciones, sufrió nuestro país en la desgraciada época que aquí recordamos.

El terrorismo es una acepción jurídica; es lo que es (detectable, juzgable y condenable). El terrorismo de Estado, en cambio, es una concepción política; es lo que debería ser o pretendemos que sea. Mientras que el terrorismo no necesita de mayores elucubraciones para ser entendido, la idea de terrorismo de Estado, en cabmio, conlleva elementos de corte sociopolítico para subsistir como concepto. Es que sugiere, en principios, un absurdo, ya que difícilmente un Estado vaya a practicar terrorismo para desestabilizarse a sí mismo. Los mentores del concepto de “terrorismo de Estado”, no obstante, entienden que el mismo consiste – en resumen– en un gobierno que mediante la estrategia del terror ambiciona perpetuarse en el poder y/o neutralizar las facciones políticas inconvenientes para cualquiera de sus propósitos. Así asumida, es una noción válida, y que de hecho se ha llevado a cabo en nuestro país desde tiempo inmemorial; el historiador José María Rosa estima que el primer hecho de terrorismo de Estado se resume en el asesinato de Dorrego por órdenes de Lavalle.

El terrorismo es un concepto fijo, estático, finito. El terrorismo de Estado, por el contrario, es una noción amplia, voluble, aleatoria. Lamentablemente, la plasticidad de esta expresión conlleva a que se lo utilice como "dé la gana", es decir, con arreglo a conveniencias ideológicas cuando no a meras distorsiones de la realidad. De esta suerte que el relato oficialista – en materia de historia reciente – prevalezca colmado de sendas omisiones como de deliberadas imprecisiones (todas ellas tendientes a reforzar la idea de que el Estado cometió terrorismo). La negación sistemática de que no hubo una guerra entre las FF.AA. y los ejércitos guerrilleros, la denominación de “víctimas” o de “jóvenes idealistas” a quienes cometieron atentados terroristas (21 mil) y la engordada cifra que enuncia 30 mil desaparecidos, resumen las macabras deformaciones históricas con que se busca plasmar la noción aquí discutida.

Si bien al Proceso Militar se le adjudica haber practicado el terrorismo de Estado, con igual criterio deberíamos juzgar que también lo cometió el ex presidente Héctor Cámpora, siempre que liberó 2 mil terroristas apresados en el marco de la ley y puso las instituciones nacionales a merced de las organizaciones guerrilleras. Por otra parte, habría que tener en cuenta que la banda criminal Montoneros también merece dicha imputación, y por dos tres motivos: porque sus acciones terroristas tendieron a la toma del poder (Santucho prometía asesinar “un millón de burgueses” apenas derrocado el gobierno), porque – como lo comprueba el libro de Carlos Manfroni, “Montoneros: Soldados de Massera” – trabajaron mancomunadamente para la ESMA a las órdenes del Almirante de la Armada, y porque muchos de sus integrantes no sólo que HOY permanecen impunes sino que además ocupan cargos políticos o permanecen beneficiados por la complicidad estatal.

Sin demasiados rodeos, debiera señalarse que el gobierno cubano del dictador Castro también cometió el mentado terrorismo de Estado ya que fue en su país donde mayormente los terroristas locales arribaron de a millares para entrenarse y equiparse con las técnicas y el armamento con los que luego sembrarían el terror en Argentina. La misma lente estamos obligados a utilizar para con los demás referentes internacionales que brindaron su apoyo a los asesinos seriales argentinos, como ser el chileno Salvador Allende – que cobijó al homicida Mario Santucho cuando huyó de la cárcel de Trelew – y el palestino Yasser Arafat – que brindó armamento, entrenamiento y logística nada menos que a Firmenich, entre tantos.

Va de suyo que la actual gestión kirchnerista, más allá de completarse por antiguos terroristas, guarda para los susodichos el mismo carácter de indulgencia, reconocimiento y sustento de los gobiernos que – tanto dentro como fuera de nuestras fronteras – cometieron terrorismo de Estado al apoyar y equipar la peor amenaza que sufriera nuestra Nación en todo el siglo XX. Así como el gobierno de Cámpora abolió la Cámara Federal en lo Penal – único organismo capaz de juzgar a los guerrilleros –, liberó 2 mil terroristas y les posibilitó infiltrarse en todas las dependencias gubernamentales (lo cual sintetiza la más sincera noción de terrorismo de Estado), el oficialismo actual hace lo propio al negarles entidad de criminales a los terroristas de entonces, al desoír sistemáticamente el reclamo de las víctimas del terrorismo, al recordar como héroes e “idealistas” a quienes lucharon por derrocar un gobierno democrático e instaurar una dictadura comunista, al indemnizar a las familias de los mismos subversivos, al encarcelar a miles de militares que lucharon contra la guerrilla, al brindar asilo político a terroristas extranjeros (por caso, el chileno Apablaza), al asociarse con gobiernos antidemocráticos y que han violado los DD.HH. (Cuba, Venezuela, Angola…), etc., etc., etc.

Si bien al actual terrorismo de Estado no se le imputan crímenes o desapariciones en el marco de cruentos enfrentamientos políticos (no existe hoy un conflicto armado entre las FF.AA. y las organizaciones guerrilleras), los anteriores señalamientos ilustran una tendencia difícilmente soslayable. Por otra parte, el convulsivo empeño con que se pretende ideologizar a la sociedad argentina sienta un precedente amenazante – más aún si sus promotores son ex guerrilleros o afines a los mismos –, siempre que el axioma más espantoso de una ideología consiste en pretender justificar lo injustificable, en otras palabras, legitimar al mismo terrorismo. Cuando la legitimación del terror proviene del mismo gobierno, ¿acaso no estamos ante una clara e inobjetable situación de terrorismo de Estado?

De la misma manera en que sería muy ingenuo y complaciente de nuestra parte suponer que sólo son terroristas aquellas personas encargadas de ejecutar un atentado (toda vez que los mismos necesitan sistemáticamente aunque sea de un mínimo de consenso), pecaríamos de exceso de inocencia si no advirtiéramos que en la encendida retórica kirchnerista – en lo que a setentismo refiere – abunda un recio tufillo terrorista. A muchos la resaca revolucionaria les llegó demasiado tarde, y luego de embriagarse hasta el hartazgo con los placeres de la suntuosa vida capitalista que ostentan. En definitiva, para sorpresa de muchos, el terrorismo de Estado no debería ser sólo una discusión en torno al pasado sino un asunto muy grave de nuestro presente.

La puñalada de Moyano

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En el marco de una nutrida concurrencia en Plaza de Mayo, el líder de la CGT, Hugo Moyano, ahondó definitivamente el cisma que divorcia al gobierno nacional de los trabajadores camioneros. “Después del Golpe del 76 – lanzó el ‘Gordo’ –  hubo dos clases: los que se exiliaron fuera del país y los que se exiliaron en el sur argentino a lucrar con la 1050”.

     Las palabras de Moyano ilustran al respecto de lo que hace tiempo se viene rumoreando: la muy dudosa vocación “revolucionaria” del matrimonio Kirchner en la mentada época de los 70. De hecho, está probado que cuando las papas ardían, lejos de asumir cualquier postura protestataria, los Kirchner partieron para el sur dando origen a una voluptuosa fortuna oficiando como “rematadores”: por un lado intimaban judicialmente a quienes tenían deudas por créditos de compra de terrenos, y por el otro ofrecían la compra del mismo a precio irrisorio. “Esto hizo que los Kirchner compraran la impresionante suma de 21 propiedades entre 1977 y 1982, que dejaron en sus bolsillos jugosas rentas. Por sus labores profesionales durante el Proceso, algunos amigos de Néstor llegaron a apodarlo 'Robin Hood trucho', porque sacaba la plata a los pobres y la daba a los ricos”, señala el investigador Agustín Laje en un artículo de La Prensa Popular. Así empezaron a hacerse ricos los paladines de la memoria.

     De todos modos – y gracias por el favor – nadie que esté medianamente informado necesita de los favores “noticiosos” del ‘Gordo’ de la CGT, quien hasta hace poco protagonizó un muy rosa romance político con la Mandataria. La historia – para vergüenza de muchos – está ahí, accesible para quien quiera servirse, más allá de las diatribas de Moyano y la “memoria” de Cristina.

Carlos Manfroni, Massera y los Montoneros

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“Montoneros: soldados de Massera” apunta a dislocar el esqueleto del relato oficial.

El doctor Ángel Baltuzzi, quien hiciera de presentador y quien además se expusiera como una persona que fue perseguida en los 70, concibió una frase inmejorable para fijar la esencia de tanta charla: “El libro del Dr. Manfroni va ‘a contrapelo’ del relato oficial”. Por su parte, el autor de “Montoneros: soldados de Massera” reforzó con sencillez: “Todos aquellos que han escrito en torno a los setenta, han sido invitados por los canales de televisión. Reato, por ejemplo, estuvo discutiendo nada menos que en 678. A mí nunca me llamaron. Definitivamente, hay un esfuerzo por parte del gobierno para que mi libro no se conozca”. Y la verdad que no debe estar muy equivocado en lo que dice, toda vez que quien subscribe este artículo es – sino el único – de los pocos entrevistadores que corrieron a buscar su testimonio. Tampoco a la prensa en general le interesa contar un argumento que vaya “a contrapelo” de la plegaria oficial.
      Confieso, no obstante, que en un principio no fue de mi especial interés conversar con Manfroni. Pensaba que su libro acaso discurría sobre una cuestión de internas dentro del mismo triunvirato que diera forma a la última Dictadura Militar. De ahí que con mi primera pregunta haya pretendido acomodar el tablero con cada pieza en su justo lugar: “El libro, ¿trata sobre otra interpretación de los años setenta o sobre un hecho en sí? ¿Hubo concretamente un vínculo entre Massera y los Montoneros o “pareciera” que haya habido uno?” En adelante, el testimonio de Manfroni no sólo que ilustraría una reveladora y jamás imaginada secuencia de HECHOS sino que en base a los mismos queda despejado el panorama para el arbitrio de nuevas e incalculables interpretaciones. “Montoneros: soldados de Massera” apunta a dislocar el coqueto esqueleto del relato oficial.
     En efecto, Manfroni no se casa con nadie. Según sus profundas investigaciones, el Almirante Massera “conspiró desde el primer minuto contra Videla porque quería ser el nuevo Perón”, lo que lo llevó a integrar la logia Propaganda Due, también integrada por la cúpula de los Montoneros. Otros nombres sorprendentes que la completaron: José López Rega y nada más y nada menos que el sanguinario dictador libio Muamar Al Kadhafi. La idea era “asesinar a todo el equipo económico del General Videla”, apartar a Argentina de EE.UU. y acercarla a los países árabes, finalmente quedarse con la administración del petróleo, del tráfico de armas y las finanzas. El subrepticio “eje del mal” se componía, entonces, por Argentina, Libia e Italia. “Está probado que grandes industriales italianos tenían especiales intereses en nuestro país, y brindaron su apoyo a Massera”.
     Según las palabras de Manfroni, Montoneros brindó un apoyo enorme a Massera, quien por su parte consiguió florearse por Europa – a diferencia de sus compañeros de la Junta Militar – como un defensor de los DD.HH. A cambio, el almirante solía dejarles a sus socios “zonas liberadas” para que cometieran sus actos de terrorismo (en pleno centro porteño, por caso) sin preocuparse por el acoso policial. “Asesinar al equipo económico de Videla prestigiaría a Montoneros”, señala Manfroni, “pero finalmente no pudieron cumplir con sus objetivos” de guerra.
      “Los mismos montoneros que en los setenta oficiaron conjuntamente con la ESMA, luego declararon contra ella… Otros, son recordados como víctimas, figuran en el Muro de la Memoria y sus familias han recibido indemnizaciones”.
      Queridos amigos, desde ya que – como decimos al principio – queda abierto el panorama para nuevas interpretaciones en torno a los setenta. Habrá tiempo para lo mismo. Pero primero, es imprescindible contar con la palabra de un estudioso. Escuchen la siguiente entrevista; seguramente se van a sorprender.


Carlos A. Manfroni es Abogado egresado de la UBA y Certified Fraud Examiner por la Association of Certified Fraud Examiner, Austin, Texas. Integró el Grupo de Expertos de la OEA que redactó la Convención Interamericana contra la Corrupción, en Washington D.C. y Caracas. Dirige el curso “Reglas Internacionales contra la Corrupción”, en el Posgrado de Derecho de la UCA. Fue candidato independiente a Vicejefe de Gobierno de la Ciudad de Bs. As., por el partido Recrear para el Crecimiento, en 2003 . Trabaja como consultor en programas anticorrupción, para diversos organismos internacionales y agencias extranjeras. Escribió numerosos artículos en diarios de la Argentina y del exterior. Ha dado cursos y conferencias sobre temas de su especialidad en casi todos los países de América.

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Notas relacionadas:

Richard Stallman, víctima de la inseguridad

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El creador de GNU y máximo impulsor del sistema operativo Linux, Richard Stallman, está en Buenos Aires y ha sido víctima de un robo. Mientras daba una conferencia le sustrajeron un bolso con una notebook, mil dólares y medicamentos.

¡Bienvenido a la Argentina, Richard!

Antes del robo, Stallman ya había dicho que no "volvería más" a nuestro país porque "no está de acuerdo" con tener que poner las huellas digitales en Ezeiza.

¡Richard, querido... tengo una excelente idea para vos! Para la próxima conferencia te recomiendo que "inventes" un sistema en que todos los "fans" del software libre pasen sus deditos antes de ingresar a escucharte... ¡y antes de salir!

Seguro, te irás a ahorrar muchos problemas.


En Taringa, sin embargo, han sabido comentarme algo muy interesante: "no le robaron; 'Compartio' su notebook y los mil dolares para que no sean parte de un sistema privativo como lo son las pertenencias personales".
 
Fuente: Infobae

Analizando a Laura Di Marco, autora de "La Cámpora"

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No sólo el cabello de Laura Di Marco luce como el de una veinteañera sino que también predomina en ella la impronta de una adolescente que sale de shopping. Tiene la risa despreocupada y el hablar seguro; bajo un flequillo manso asoma una mirada amena y confiable. Pero es la mujer que puso en tela de juicio el indiscutible “aparato” de la Cámpora, la organización kirchnerista que, a paso ligero, amenaza con apropiarse del manejo de las principales empresas estatales. Antes de que su libro saliera en circulación se dice que los medios oficialistas habían recibido la ucase de evitar toda mención en torno al mismo; cero prensa, pues.
Laura Di Marco es periodista del matutino porteño “La Nación” y su nombre obtuvo relieve internacional con la publicación de “La Cámpora – La historia secreta de los herederos de Néstor y Cristina Kirchner”. El mezquino intento de opacar el trabajo de Di Marco fue descubierto a tiempo (una cadena de mails contenía la directiva de no mencionar el libro en los medios oficialistas) y el escrache redundó en la mejor prensa imaginable. El tiro les terminó saliendo por la culata, y hoy el libro es un material de consulta insoslayable toda vez que se pretenda investigar en torno a “las mil flores florecidas” [1] que, según la autora, han cobrado sueldos de hasta 30 mil pesos y cuyos manejos han sido lapidarios para las arcas del Estado.
Pero yo no me dirigí hasta Laura Di Marco para informarme sobre su libro (cuya lectura, por supuesto, resulta más ilustrativa que todas las preguntas que pueda realizarle, además de que ella misma ya ha concedido decenas de entrevistas por el estilo). Me acerqué a la autora de “La Cámpora” porque quise saber cómo piensa ella y – lo más interesante – hasta dónde se anima a decir lo que piensa. Fui a buscar coincidencias como así también diferencias, por supuesto que siempre confiado en el rigor profesional de su atenta mirada periodística.
Di Marco es periodista del diario “La Nación” que, junto con “Clarín”, son los de mayor alcance nacional. Siempre he recelado de la excesiva “cintura política” de la prensa grande de nuestro país; es decir, ese “decoro” persistente en lo que respecta a tocar temas difíciles que vayan a ser entendidos como políticamente incorrectos.
Laura Di Marco, en mucho, recrea la línea sutil y muy educada de “La Nación”, sin duda alguna, el periódico mejor escrito y con la editorial – a veces – más jugada entre los grandes medios. Pero lo “jugado” muchas veces no es lo más certero o lo más exhaustivo, mucho menos en lo que respecta a cuestiones de sensible coyuntura política. Quizás acostumbrada a preguntas de rigor, Di Marco detalló la “enternecedora” relación entre los militantes “K” con la figura del ex presidente Héctor Cámpora.
- ¿Qué cosas considerarías necesarias recordarles, respecto del ex presidente Cámpora – de donde obtiene el nombre – a los jóvenes que hoy integran la organización?, le pregunté, a secas.
A lo cual respondió: “Hay dos motivos por el cual usaron el nombre de Cámpora para llamar a su organización. Primero por la lealtad, ya que más allá de que Cámpora era un conservador, era ‘el tío’ que bancó a los Montoneros. Ellos lo reivindican porque creen que fue un hombre olvidado, que fue muy leal con Perón. Muchos padres de integrantes de la Cámpora fueron militantes montoneros, de ahí que haya un “feeling” particular. En otro orden, cosa que pocos saben, (el ex militante montonero y diputado de Proyecto Sur, Miguel) Bonasso, cuando nace el Grupo Calafate – embrión del kirchnerismo –, va a cubrir ese evento, tanto como periodista como setentista. Y Miguel Bonasso es autor de ‘El presidente que no fue’, una biografía de Cámpora”. En fin, según Di Marco, Máximo Kirchner – que contaba con 21 años – se interesó con los encendidos relatos de Bonasso en torno a Cámpora, de tal suerte que así llamaría a la organización que luego encabezaría.
Sin faltar a la verdad y ciertamente con precisión, la relación de Di Marco no obstante prescinde – según mi propia óptica – del nivel de detalle esperado. De ahí que con mi siguiente pregunta haya tenido yo que ir directamente al grano, es decir, a lo que a mí me interesaba (que, como ya dije, es conocer la forma de pensar de mi entrevistada). 
- ¿Qué opinión te merece la anulación de la Cámara Penal en lo Federal por parte de Héctor Cámpora?, le pregunté.
A lo cual, la periodista de “La Nación”, respondió de una forma bien ilustrativa:
- ¿Al respecto de la liberación de los “presos políticos”?.
- ¿“Presos políticos” los llama usted? Me parece que llamarlos así es un cumplido -, retruqué algo sorprendido, ya que considero que se trataba de 2 mil terroristas juzgados y condenados por la Cámara Federal en lo Penal, único organismo jurisprudencial con competencia para juzgar actos de terrorismo.
Mi entrevistada no hallaría inconvenientes, sin embargo, en desenvolverse de inmediato:
- Bueno, había de todo, ¿no? Bueno… había, había criminales, había presos políticos. Había de todo. Yo soy enemiga de la generalización.
Yo me pregunto: ¿acaso no es una más que complaciente generalización mencionar a todo el conjunto de reos como a "presos políticos"? Decir que los 2 mil terroristas que liberó Cámpora eran "presos políticos" equivale, sencillamente, a santificarlos. Los muchachos de La Cámpora - setentistas en el discurso - aprobarían alegremente a la periodista Di Marco.

En definitiva, Laura Di Marco es una periodista muy profesional. Pero lamentablemente vivimos en un país donde el periodismo profesional se cuida temerosamente de dos cosas: primero, de no llamar a las cosas por su nombre (terroristas a los terroristas, por caso); y segundo, de no zaherir demasiado la conciencia de los actores políticos – que incluso denunciamos. Yo resumiría en la siguiente consigna: “te pego hasta donde me dejes”. Hubo un momento de la entrevista en que se generó una suave discusión cuando yo le apunté, según lo que podía deducir de sus mismas palabras, que los “manejos” de la Cámpora eran “fraudulentos”.
- ¿Fraudulentos… por qué? -, objetó. - Sí, puede ser… si le llamás fraudulento a que están cerca de presupuestos muy abultados, sin control. Poco transparentes yo diría, para ser exactos. Hasta que la justicia no lo pruebe, es poco transparente. Es raro. Es oscuro, podemos decir... ¡Vos sos muy duro! ¿Anticamporista…? Todavía la justicia no dijo que cometieron un delito, por eso no uso yo “fraudulento”. Sí podría usarlo con Boudou, que tiene una imputación por enriquecimiento ilícito; pero con la Cámpora todavía no sucedió.
Al final de la entrevista, sin embargo, Di Marco dice que "La Cámpora se emparenta con los noventa por la corrupción". Tampoco la justicia se ha expedido aún a este respecto, y ello no le impide vertir tamaña acusación. En fin, si vamos a esperar a que jueces como Zafaroni u Oyarbide nos concedan el uso del vocablo, posiblemente vayamos a aplicar “fraudulento” el día que todo el mundo hable esperanto.
Vivimos en un país donde el periodismo tiene la obligación de no ir al mismo ritmo de la justicia, y por la sencilla razón de que esta última no tiene ritmo. Es decir, el ritmo se lo impone el poder de turno, y es este mismo quien decide, al final, qué está bien y qué está mal, quién va preso y quién queda libre. Desde ya, el trabajo y la dedicación de Laura Di Marco en “La Cámpora” es admirable (insoslayable para todo aquel que quiera conocer e investigar), aunque – a juzgar por las palabras de la autora – yo lo suscribiría como eminentemente susceptible de recibir añadiduras, observaciones.
En conclusión, Laura Di Marco (fiel reflejo de la línea editorial de “La Nación”), se ha tomado la doble responsabilidad de “informar” sobre un hecho como asimismo de “mediar” entre la sociedad y los actores políticos. La consigna es loable, por supuesto, pero acarrea el doble riesgo de informar hasta cierto punto, como asimismo de mediar insuficientemente (si bien la gente tiene mayor noción sobre La Cámpora, la misma persiste esquiva de explicaciones valederas al respecto de los grandes cuestionamientos que le pesan. Como bien ha dicho Di Marco, a Máximo Kirchner, por caso, aún no se le conoce la voz).
     Muchas veces "mediar" e "informar", en un mismo propósito, se contrarrestan entre sí. Es el problema por el que actualmente atraviezan Clarín, La Nación y la mayoría de los grandes medios de este país.
Para finalizar, le pregunté:
- "La Cámpora", ¿es un libro que duele o que lastima?
Quien en un principio me dijo que su libro era un "libro de grises", completó con clase:
- Mi libro les dolió. Pero definitivamente mi libro les dolió porque viene del progresismo. No pueden decir que el libro es "facho". Ellos dicen que su organización es progresista, y yo les digo que en realidad no lo son. Han asumido una identidad falsa, que tiene mucho más de continuidad con los noventa que de ruptura, como ser en lo que respecta a la corrupción.
Los invito a que vean la siguiente entrevista:


[1] Néstor Kirchner había sabido referir, al respecto de los jóvenes de la Cámpora, la famosa frase del lider comunista chino Mao Zedong: "qué florezcan mil flores".
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